PELÍCULAS
Una videocámara en la cabeza

“Mas allá de la muerte” es una de esas películas de ciencia ficción que transcurren en un futuro cercano. Tan cercano e incierto como para disimular la falta de presupuesto y la vaguedad del diseño de producción. En ese futuro, es común que muchos individuos lleven un chip en la cabeza, capaz de grabar todo lo que ven y oyen desde el momento mismo de su nacimiento. ¡Error! Los seres humanos no tienen los sentidos desarrollados al nacer como para hacer foco en el rostro de sus padres como sí lo hacen las subjetivas de la película. Ni tampoco el ojo tiene la capacidad de hacer correctos primerísimos primeros planos, algo que es puramente cinematográfico ¡No importa! Olvidémonos de eso. Al morir, el chip se extrae y los recuerdos se editan en una especie de película de vida o “remembranza”, como la llaman, que sirve de testimonio post-mortem.
Alan Hakman (ROBBIN WILLIAMS) es un prestigioso montajista (tenemos escasos montajistas como protagonistas en la historia del cine) de estas remembranzas, y la cosa se pone complicada cuando ve en una de las imágenes que contiene un chip, algo que no debía ver. ¡Sí! Muy predecible. El sistema se vuelve contra quien lo controla. Y más predecible aún si uno conoce algo de la obra de PHILLIP K. DICK, a quien el desconocido OMAR NAIM (director) más roba. Y sino, a buscar relaciones entre esta película con “El vengador del futuro” o “Minority Report: Sentencia Previa”, por nombrar sólo dos adaptaciones de DICK al cine.
La película empieza bien, generando preguntas alrededor de temas como la percepción y la memoria, temas muy caros al universo de DICK. Pero el libanés NAIM, entre ambicioso y pretendidamente original, lo descontrola todo, plagando el relato de desviaciones. Se propone hablar de invasión a la privacidad, identidad y cualquier otro tema que se le cruza. Entre las cuestiones que poco importan, tenemos una historia de amor totalmente intrascendente y fea entre WILLIAMS y MIRA SORVINO, y una liviana contienda entre los partidarios y enemigos de las remembranzas, quienes alegan que las remembranzas no hacen más que mentir, distorsionando la memoria de los individuos y la historia. Un planteo un poco ridículo: ¿por qué no mienten también los documentales, biografías o cualquier otro recorte sobre la vida de cualquier individuo?
Lo que se vendía como una de ciencia ficción se torna cada vez más en un thriller mediocre, en el cual se pierde interés con cada cambio de rumbo. Y esto sumado a un montaje álgido y carente de ritmo. Una película sobre montajista, a la que le falta un buen montaje. Pero lo que realmente molesta es que el personaje de WILLIAMS es capaz de cortar y borrar hasta el abuso sexual de un padre con su hija en una de las remembranzas. Un verdadero delincuente, capaz de negar lo peor con tal de terminar su trabajo, el cual es editar películas a partir de las cuales se recuerde bien a los muertos, por más que estos hayan sido unos hijos de puta. Encima el director pretende que le tengamos lástima. Y si por lo menos la película no se auto mutilara, ocultando la parte oscura y más interesante de los personajes, la estaríamos recordando mejor.
Titulo original: The Final Cut
Origen: Canadá / Alemania
Año: 2004
Duración: 95’
Dirección: Omar Naim
Intérpretes: Robbin Williams, Mira Sorvino, Jim Caviezel, Mimi Kuzyk, Stephanie Romanov.
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