RESEÑAS
Domingo de sensaciones

Domingo por la noche, frío y lluvia en la Capital Federal. Las desoladas inmediaciones de El Teatro no daban cuenta de que en minutos iba a comenzar ahí mismo un concierto de la que hoy es la mejor banda del país.
Casi íntimo. Unas 600 personas hubo en un lugar donde LAS PELOTAS supo tocar casi para el cuádruple de público a fines del año pasado. ¿Y que mejor? Para ver a esta banda se necesita espacio, un lugar para poder disfrutar de este fenómeno, bailar esos reggaes, agarrarse la cabeza con esos dramas, observar esa química infernal que se da entre toda la banda, esa firmeza absoluta en la ejecución de los temas, poder mirar a esos ojos daffunchieros que dicen cosas. Si es cómodo y de cerquita, inmensamente mejor.
Un ALEJANDRO SOKOL encendidísimo comandó a la banda en un comienzo abrumador en el que se enfrentaba cara a cara con sus compañeros y les cantaba todas sus verdades con una cuota de ira que dejaba colar algunas sonrisas en su rostro.
Fueron “Corderos en la noche”, “Si sentís” y “Veoyover” las perlitas encargadas de abrir la velada. El primer gran estallido se dio con “Desaparecido”, y con éste esa imagen asombrosa que es ver en medio de luces rojas y violetas esos cuerpos desparramados por el escenario imprimiéndole toda la energía al momento.
Sobrevuela el drama, la tristeza, la melancolía, el llanto, y las ganas de llorar y de penar. Esas estrofas que desgarran el alma y que no paran de rebotar en la cabeza, que hacen reflexionar, que hacen que el público cante sin alejar los ojos del BOCHA o de GERMAN, y que se peguen en la frente, que cierren los ojos, que vuelvan a gritar desesperadamente esos versos.
“Como se curan las heridas” con DAFFUNCHIO en voz, la pandereta de SOKOL y los hermosos coros de la señorita bajista GABRIELA MARTINEZ, los tres juntitos para servir este plato fuerte. Más resignación con “¿Para qué?” y “Muchos mitos”, cuota de suspenso con “El cazador”, amor y llanto en la ovacionada garganta de CLAUDIA “KOLA” CANGA para hacer “Abejas”.
Eligieron bajar el tempo y acustizar la noche con presencia de un acordeón y los bongoes en la emotiva “Sombras”, para luego llenar todo de tambores para “Río Gris” y “Combate”.
Los logradísimos reggaes desatan el baile y dejan a los cuerpos suspendidos en el aire frente al escenario. “Me fui”, “Uva, Uva”, suenan las trompetas de “Hawai” y la comicidad de “los billetes flotando en el mar” se hace viva en esas voces socarronas y burlescas de los dos cantantes. El coro del público estalla en un festejo descontrolado –“Y vamo’ vamo’ las pelo”– que proyecta un estado de nirvana en esas almas.
Se preguntan sobre el verdadero sentido de la existencia en este desparejo mundo en “Saltando” y trasladan ese interrogante a la gente, que abre los brazos, palmas para arriba, sin tener respuesta a ese acertijo que indaga: “¿La píldora de la vida cuál es?”
“Esperando el milagro”, tema que le dio nombre al último disco de estudio, ya se consagró sin dudas como un clásico de la banda, y nadie queda afuera de esa erupción de sentidos que se da cuando un rasgueo parte en dos la canción.
¿Más sensaciones? Sí, también existe el puro romanticismo de “¿Cuando podrás amar?”, la comicidad de “Ella está muerta”, donde SOKOL imposta la voz cual DYANGO, la frenética guitarra de TOMAS SUSSMAN en “Rompiendo la puerta” y esa voracidad que grita “El Fantasma no muerde”.
Más de dos horas de este show pelotero alcanzan para reafirmar un presente plagado de virtudes en este recorrido por su carrera que es la presentación de un disco en vivo. Esta pintura del drama cotidiano que son sus letras, envuelto en ese papel de regalo que son sus melodías, y un vivo que es una pelota de sonido sin fisuras, fue una vez más un excelente regalo para aquellos que se acercaron hasta Colegiales este último domingo.
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