
SHOWS
Corso a contramano
Pez llevó a cabo su ya habitual Festipez con una propuesta tan ambiciosa como atractiva. Participaron Deformica, Fútbol, Sur Oculto, Acorazado Potemkin y Humo del Cairo.
Verano, y vos que tenés que bancarte la felicidad de los que van y vuelven de la costa porque, bueno, no tenés vacaciones en esta época. Tampoco te pudiste ir este fin de semana largo, por lo que tu eterno odio al carnaval y las murgas se agranda cuando solo ves el cemento de la calle arder a los 35 grados de todos los días. Tenes Cosquín, pero la idea de pagar viaje y entrada para ver las bandas que podés ver en cualquier momento del año no te satisface. Y así como hay gente igual a vos, público, hay gente que forma parte de bandas. Si las grandes masas no quieren que pertenezcamos a ellos, nos refugiamos en nuestro propio ghetto.
Ante el poco interés de las grandes productoras de convocarlos para los grandes eventos (a ellos y a las bandas del palo), Pez decide crear su propio festival. Esta nueva edición representaba su versión mas ambiciosa en cuanto a cartel y convocatoria. El sitio elegido: el centro cultural Konex.
Desde temprano la gente no dudó en acercarse al lugar para disfrutar de los tempraneros shows de Deformica y Fútbol. Los primeros, tal vez, jugaron más de visitante, pero convencieron a todos con su rock instrumental que nunca aburre, mientras que los chicos de Fútbol, viejos amigos de los Pez, van sumando adeptos con su música, siempre desafiando límites. Ya para la hora que Sur Oculto tomaba el segundo escenario, pocos eran los que quedaban en las inmediaciones tomando cerveza o simplemente charlando. Los cordobeses son otros grandes conocidos de la banda organizadora por lo que el entusiasmo del público para con ellos no es ninguna sorpresa. Su mezcla de jazz, música experimental y metal te puede gustar o no, pero no te van a pasar desapercibida.
Bajando un poco el nivel de intensidad sonora, Acorazado Potemkim demuestra el excelente momento que están pasando. Si bien no parecen compartir seguidores con el resto de las bandas, algunos fanáticos se acercan adelante de todo para brindar su apoyo mientras ellos conquistan nuevas gentes a través de canciones intensas como «Caracol», «Quiero», «Puma Thurman» o la corta venas «La mitad» con Flopa Lestani de invitada. Algo debe funcionar porque es el único grupo del festi al que le piden un bis. Ya entrada la noche y con el lugar repleto, Humo del Cairo propone un viaje para toda la gente que se acerca al segundo escenario. Lo suyo es tan intenso que los presentes empiezan a dividirse. Chicas lindas y muchachos más bien hippies esperan en el patio, mientras la juventud rockera ortodoxa masculina sacude las cabezas y transpira un poco mientras la banda entrega su sludge salido de los lugares más bajos del infierno.
Ya siendo las diez de la noche, el ahora power trío vuelve más poderoso que nunca. Minimal, cada vez con más panza y sin pelos, más viejo, más enfurecido parece estar. Algo que parece contrarrestar con la persona sonriente que se pasea entre la gente con su camisa hawaiana. Ariel se refiere a su público como «jipis», y convengamos que tiene razón. Curioso que este recambio de gente se dé cuando la banda está en su punto más aguerrido y violento. La mutación les sale bien y ellos lo hacen en forma inversa. Nadie hubiese apostado hace diez o cinco años que el futuro de Pez sería tan rabioso. Nadie hubiese apostado que volvería el mosh a un show de Pez.
La banda en vivo no da respiro, ya casi no hay lugar para canciones lentas o zapadas psicodélicas: riffs pesados, canciones fuertes y declaraciones de principios atraen hasta a los transeúntes que espían por alguno de los huecos de la puerta. Es que canciones como «Fuerza», «Roma», «Introducción declaración adivinanza» o «La estética del resentimiento» son clave para entender el porqué de todas las bandas que estuvieron en este festival y no están en otros. «Haciendo real el sueño imposible»…
«Cumpliendo 20 años hoy les puedo decir que es más real que nunca», advierte el guitarrista, y vaya si lo tiene razón. Pez es el más puro ejemplo de anarquismo musical en todo sentido; una máquina que nunca detiene su marcha. Por eso hay canciones nuevas como «Bandera negra» o «La casa del horror», porque nunca hay que quedarse quieto, porque la resistencia es posible.
El cierre con «Caballo Loco» y los instrumentos generando feedback es el mejor para una gran noche. Una jornada donde la producción estuvo a la altura, se demostró que hay grandes bandas que la mayoría ignora y que hay un público que lo ve y quiere apoyar este tipo de cosas. La cofradía más unida que nunca.
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*Fotos por Guillermo Coluccio
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