RESEÑAS
Crónica de una RATA anunciada

Las luces se apagaban en el estadio. OBRAS empezaba a sentir la vibración de una voz muy grave a modo de Intro. Bien al estilo de estos “rateros” (no me mal entiendan, estoy jugando un poco con el nombre), la voz en off ambientaba con su relato a los presentes. La sensación era la de un lugar de cuentos, de magos y de hadas. Un lugar de oscuros cuentos de magos y de hadas.
Empezaba así el show que, por más de dos horas, deleitó a pelilargos ajustados, espectadores pacientes y respetuosos ellos. Escenografía, luces violetas, oscuridad y mucho humo blanco acompañaban la ambientación.
Los mismos de siempre
Ese sábado, el metal dijo presente. Los potentes acordes de WALTER GIARDINO abrieron el encuentro con “La llave de la puerta secreta”, y se fueron sumando BARILARI con su inconfundible y por horas inolvidable registro de voz, la firmeza batera de FERNANDO SCARCELLA y los expertos dedos del bajo –con GUILLERMO SANCHEZ – y los teclados de HUGO BISTOLFI.
La banda, en lo suyo, sonó impresionantemente bien. Más allá de gustos musicales no puede quitárseles mérito; el (soft) metal de RATA BLANCA logra casi la perfección en escena.
En los más de ciento veinte minutos desfilaron una veintena de temas (más uno, para ser exacta) entre los que no faltaron clásicos como “Volviendo a casa”, “La canción del Guerrero”, “Chico callejero”, “El amo del camino” y una larguísima versión (solo del violero intermedio, también extensísimo) de “Guitarra española”.
Tampoco dejaron afuera a los Mega escuchados ”Mujer amante” (que fue sólo un trámite, y si alguien fue ahí para disfrutar de esa canción, me parece que se quedó con las ganas) y “La leyenda de hada y el mago”. Ahí sí estalló el fervor, con el que llegó el primer final de la noche, antes de los bises, que sonarían cinco minutos después.
Papelitos de metal
El final fue a todo trapo. Entre globos de colores -que habían soltado minutos antes desde el techo-, fue con “Rompe el hechizo” que dijeron “Chau Obras, Gracias!”. Mientras, llovían montones de papelitos plateados sobre las cabezas de la gente ¿metalera? y un último golpe de batería resonó como punto final de este cuento en los pechos de los fanáticos.
Queda en mí un pequeño delirio que me permito compartirles, y que aviso para que salteen este párrafo para no incomodar la lectura. O, quien quiera, que se lo pregunte también. ¿Por qué tanta distancia entre la RATA de esta BLANCA, digo, banda, y su compañeros de grupo? Salvando distancias, y volviendo a jugar con las palabras, me surge la comparación de la marcada diferencia entre Splinter y sus tortugas artistas… Es sólo un delirio, ya lo expresé, gracias.
Fin de cuento. Fin de fiesta. Mucho pelo. Mucho rulo. Muchos años también (la gente en su mayoría pasaba los veintilargos). Mucho cuero. Y mucho color negro ajustado. Y también mucho GIARDINO, por si no fui clara (excelente, ¡excelentísimo! en lo suyo, pero…)
Una vez más, la música dejó corazones contentos, y almas llenas de simple satisfacción. Esta noche el remate lo dio el mismo BARILARI: “Para los que todavía siguen discriminando si RATA es o no es ¿¡qué!? ¡RATA ES ESTO!” ¿Qué más se les puede pedir?
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