RESEÑAS

Un soplo al corazón

Por  | 

“Ahora que estoy cansado pido una ayuda / ahora que voy retrasado / espero que esperes a quien más te quiere / si no es demasiado”. “Nada debería fallar”.
Las canciones de LA BUENA VIDA se guardan en el mismo cajón donde van los recuerdos agridulces, las cartas de tu ex y las de tu futura, tus frases inevitablemente cursis, tus fotos viejas, el cajón donde se guardan las siestas en Parque Lezama, los rayos del sol, el silbido del viento, donde se guardan los “te pido perdón”, los “estemos juntos” y los “no quiero más”.

“Quiero que al menos comprendas / por qué me cuesta decirlo / porque te llevo tan dentro que hasta me olvido yo mismo de ti”. “Desde hoy en adelante”.
Es tan fácil ser feliz, tan simple parece oyendo “Soidemersol”, del ’97, tan fácil lo hace LBV. En sus principios, desde la bella San Sebastián (corazón del País Vasco), entre tensiones, disputas políticas y punk rock combativo, el sentimentalismo intrapersonal o la mirada introspectiva al fondo del corazón, desde el centro de lo cotidiano, se volvió una manía para ellos y para lo más divino del pop español de ayer (LE MANS, FAMILY o el PENELOPE TRIP) que permanece aún vital hoy (ME ENVENENO DE AZULES, SR. CHINARRO, NOSOTRÄSH, LA CASA AZUL o VACACIONES).

“No recuerdo cuándo decayó la conversación / ni el punto en que dices tú que algo cambió / Sin embargo, mientras tanto, yo me guardo la esperanza / y las cosas que en la plaza nos dijimos hoy”. “Que nos va a pasar”.
Decoradas con guitarras leves, voces aniñadas o susurrantes, sutiles, coros llenos de “pa–pa–ra’s” o “la–ra–la’s”, baterías acariciadas con simpatía, arreglos de cuerdas delicadísimos o vientos elevadores del ánimo, para bien o mal de la ciclotimia diaria, de una forma u otra, las canciones “tristealegres” de LBV llegaron por fin a Buenos Aires.

“Hoy quiero ser un actor mejicano / para poder decir re quiero con ese acento tan claro”. “Un Actor mejicano”.
La función del sábado en el Ateneo estaba colmada, lo primero que se vio fue la panzota embarazadísima de la bonita de IRANTZU, acompañada por el copado de MIKEL en guitarra a su lado y los demás músicos del sexteto. De muy buen humor todos, además de las canciones citadas, recorrieron en poco más de hora y media algo de pasado, algo de presente y hasta el futuro, con los exclusivos “estrenos mundiales” de “Ayer te vi” y “Honrado ciudadano”.

“Te recibo altamente desenfocada / ajustemos rápido el control / Reduce tu frecuencia, mantente al otro lado / no dejes de indicar tu posición”. “Desenfocada”.
Las viejas canciones recuperaban el instinto de la canción francesa de los sesenta, también el espíritu de THE SMITHS en algún punto, la serenidad y el optimismo del ritmo como marco para la tirantez de sentimientos. Ahí estaban “Vapor de carga” o “Lo que dicte el corazón”. Del otro lado, los temas del último disco, “Album”, del ’03, como “hh:mm:ss” o “La calle del Carmen” cobraban encantadora vida rockera (rockera para LBV obvio, no esperen a KORTATU tampoco), ganaban en fuerza y disparaban las canciones hacia una intensidad que ni un gol del Barça alcanza.

“Vino pronto, pronto se marchó / rara vez espera a la ciudad / si su paso es lento yo le seguiré”. “La historia del señor Sömmer”.
Este viejo fragmento de melancolía que estaba en el primer disco de LBV y la ultramarina “Pacífico” fueron las dos canciones que cantó abandonada la plateada voz de IRANTZU, solo acompañada por el tecladista, a media luz. Momento top de soledad en la noche, recordando que cuando nada está, todo está en las canciones al fin.

“Ella suele descansar con los pies en el agua / tiene azul el corazón de nadadora. / Volverá con su piel color membrillo / bordeando en equilibrio toda la piscina por amor”. “Nadadora”.
Esta canción abrió las aguas en el Ateneo y ni hablar, era de lo más esperado. Recuerdo especial para FAMILY, autores de este himno pop a esa niña con gorro de baño, a un amor bajo el agua, entre el croll adelante y el croll atrás. Hay que nadar, hay que patalear y nunca parar de respirar. La base programada anuncia un comienzo tiernísimo. Para cuando aparecen IRANTZU y MIKEL en un dúo divino ya tenemos un pianito que teclea haciendo burbujas y guitarras que chapotean suavecito. No había forma de no dejarse ahogar.

“Al fin el otro día pudimos ir / cogimos nuestras bicis, éramos mil / pedaleando / alcanzamos sonrisas, necesitamos más”. “En Bicicleta”.
Tan rápido llegó el final que el gusto a poco fue inevitable. Para cerrar, agregaron “Mirando atrás” y “Los Planetas”, otra gran canción, cuasi homenaje al grupo del mismo nombre, compañeros de ruta en un tiempo, ya separados, para nada olvidados.

El show de LA BUENA VIDA alcanzó la eternidad de un recuerdo hermoso, único e irrepetible, lo más parecido a soñar con estrellas, los más parecido a descansar en una nube gris de lluvia, lo más parecido a gritar un gol con sabor a tutti fruti. Y si la buena vida es inevitablemente impredecible, bueno, aún así, mientras tanto, ahí, en un cajón, en el mismo cajón, están las mismas canciones, las canciones que pudimos ver.

Tenés que estar logueado para escribir un comentario Iniciar sesión