
SHOWS
Ritual de lo no habitual
Scott Weiland regresó a Buenos Aires, esta vez en plan solista, para brindar un show decididamente extraño, el pasado jueves en Groove.
Hay gente que nació para el sexo, las drogas y el rock and roll. Así lo conocimos a Scott Weiland, así lo aceptamos y así seguirá siendo, no importa cuántas veces trate de limpiarse y recobrar el camino. Por eso llegar al recinto y esperar dos horas y media para que salga el artista no parece molestar a nadie. Como en las peores épocas de Charly y la actual de Axl Rose; son tipos impredecibles. Entre que ya son las 11 de la noche, es jueves y con el caos que fue la ciudad ese día, la gente no se muestra tan eufórica con Scott cuando sale a escena. Menos aún cuando el show comienza con una zapada (!) que esboza algunas incoherentes palabras sobre cuánto disfruta estar acá. Acto seguido la banda explota con la furiosa “Crackerman” donde el mismo Weiland balbucea la letra sin saber muy bien cuando entrar. Rock and roll.
El show sería un constante sube y baja. Se sabía que es una gira donde Scott mostraría otras cosas además del hard rock al que nos tiene acostumbrados. Y a pesar de toda la contra que ha tenido a lo largo de los años, el tipo es genuinamente talentoso. Saquen que a los Stone Temple Pilots los hayan puesto en la bolsa grunge y que durante sus años en Velvet Revolver estuvo a las sombras de sus compañeros. Quédense con las canciones. Hay momentos como “Paralysis” o “Mockinbird Girl” que muestran lo creativo que es, y uno los disfruta y está viendo un buen show. Después está la parte más oscura, donde Weiland no se halla, la banda tiene problemas y las canciones se vuelven zapadas interminables, tal el caso de “Killing me sweetly”.
Curiosamente la mayoría de los presentes es más incondicional de los STP que de Velvet Revolver. Se ve que el muchacho no caló hondo en los fans de Guns n Roses. Es por eso que de la banda que compartía con Slash y compañía solo suena una extraña versión de “Do it for the kids” que pasa medio desapercibida. En cambio las canciones de los Pilots son mejor recibidas. Nada de hits de todas formas; canciones extrañas como “Tumble in the rough”, “Lounge fly” o “First kiss on mars”. En esos momentos la gente se despierta, cortando cierta modorra para luego caer en la misma.
También hay covers interesantes: “Mountain Song” de Jane’s Addiction suena muy bien, pero la zapada de cinco minutos con la base de bajo antes de comenzar no se sabe muy bien de qué va. Pero cuando tiene que explotar, lo hace. Luego una extraña elección con “Can’t stand me now” de The Libertines que lejos está de la frescura de la original.
En el medio de eso encontramos a un Weiland charlatán, entre muestras de afecto hacia nosotros y la ciudad, de cómo le contaba a sus músicos cómo rockeabamos, alusiones al fútbol americano y algún que otro palito para sus ex compañeros.
Para los bises también tardó en una eternidad en salir pero las rockeras “Vasoline” y “Unglued” dejan las cosas en su lugar. A esta altura ya son muchas las veces que hemos visto a Scott Weiland y creo que sabemos que puede ser genial o un desastre. Tal vez este show sea algo en el medio. Si el horario y el cansancio no hubiesen jugado en contra, tal vez si hubiese sido en un teatro en vez de un boliche, tal vez si sus excesos no estuvieran a la orden del día, tal vez hubiésemos visto algo más destacado. Pero definitivamente no sería un show de Scott Weiland.
*Fotos por Fernando Fernández
[slideshow id=96]
1 Comentario
Tenés que estar logueado para escribir un comentario Iniciar sesión