RESEÑAS
Una banda para ver

Algunos plomos corren sobre un escenario despojado de telones y escenografías. Linterna en mano testean que todo esté en orden, para así dar comienzo a un show ansiado por varios. En las cercanías del escenario, el lugar y el aire escasean. El público corea “Hijo de p…, hijo de p…” (?) convirtiéndose así, en la primera vez que veo que los fans se retoban porque la banda toca poco y encima demora.
Sin embargo, el repudio se vuelve aplauso cuando a las doce y media de la noche esa voz -la que todos querían escuchar en acción- dispara un provocador y risueño ”¿Qué es esa boquita”?. Así y de la mano de “Lunes” se inicia un show que, para delirio de sus seguidores, se continuará con “Dale salida” y “Never du nozin”, dos temas de su primer disco.
De sobrio traje negro y con los labios pintados en un tono carmín que contrasta con su palidez facial, COLEMAN es austero a la hora de hablar y agradecer los aplausos que son consecuencia natural de la finalización de cada una de las canciones. Se suceden temas de su última placa “Aventura” como “Una y mil veces”, “Garden” y “Sentimiento Storni”, momento en que SOTO se sienta, se fuma un cigarrillo y se reincorpora rápidamente. Llega la clásica “Héroes”, donde RICHARD se anima a gesticular (poquito, no mucho) sobresaliendo más por su performance vocal que por sus cualidades de frontman.
“Mágica”, “Secreto” y “Suelo”, enganchada con “Segundo round” y “Tuyo”, fue el camino que la banda se trazó para ir llegando al final del show. La primera tanda de bises se conformó con “Angela” y aquella canción que “surgió de una propuesta que me hizo un amigo”. De este modo, se lanzaron con una fiel versión de “En el borde” de SODA STEREO. El sonido cuidado se mantiene y no desaparece con la crudeza de “Tan celosa” y “Placebo”, la segunda tanda y la que parecen ser las últimas ya que el éxodo masivo se vería interrumpido por una nueva salida.
Al líder se le nota lo minucioso y esa prolijidad obtenida es quizá el rasgo más distintivo de la banda. Un grupo al que se le puede considerar histórico, no masivo y capaz de crear climas disímiles. Desde lo visceral hasta lo superfluo pasando por lo intimista y lo salvaje, LOS SIETE DELFINES tienen como rasgo propio un sonido sin fisuras que los convierte en una banda que, aunque sea una vez y por curiosidad, hay que ver.
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