RESEÑAS

Las puertas de la percepción

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“Es ROBBY KRIEGER man, lo podes creer?” gritaba un enardecido fan -silla vip de $ 200 en mano- al borde de las lágrimas. Instantáneamente, y mientras esquivaba los restos de butacas “very importan pipol” tratando de sacar una foto decente sin perder masa encefálica, recordé al pancho con lluvia de papas incluida que nos bardeaba (a mi y a los amigos fotógrafos) en la previa del show con sus potecitos de helado en mano. Pensaba cuánto helado puede soportar un recto, y cuántos bigotes de crema habría saboreado cuando los muchachos y muchachas de la popular rompieron el alambrado y reconvirtieron en campo el exclusivismo anfiteatro que la organización intentó vender. Tal vez algún trasnochado pensó que tocaba Luis Miguel… Quien sabe…

En las puertas del infierno

Luego de la introducción, gentileza de Carmina Burana (la banda rosarina no, la ópera), el agitador riff de ”Roadhouse blues” desató el incendio, literalmente. La gente, en llamas, se hizo carne con las sillas y todo comenzó a arder. ”Break on Through” no hizo más que echar más leña al fuego, mientras ”Love me two times” completaba la trilogía abrasadora, dándole al concierto el verdadero tinte de rock que los fanáticos exigían.

En ”Five to one”, RAY MANZAREK se hizo cargo del micrófono para la presentación de los músicos. Párrafo aparte para IAN ASTBURY.

La performance del ex cantante de THE CULT fue grandiosa. Si bien la cercanía con MORRISON en el plano visual es sorprendente (hasta usó el famoso collarcito de mostacilla), el vocalista mostró su incuestionable repertorio escénico (que es grande y vasto) sin intentar emular al difunto JIM. Palmas para, a mi modesto criterio, el mejor cantante de rock.

Para ”Moonlight Drive” una pareja de bailarines de tango lustró el escenario, mientras ASTBURY le cedía el protagonismo vocal a MANZAREK, que entonó el estribillo de “Louie louie”, al tiempo en que KRIEGER (con brazalete simil SAY NO MORE, pero con consignas del viejo Peace & Love) deleitaba a las 25.000 almas con el slide sobre su SG. El final de la canción mostró a la veterana dupla –más el necesario apoyo de la base rítmica contratada para la ocasión- intentando reproducir los caóticos finales de antaño.

El demagógico (y no por eso menos efectivo) ”olé olé olé olé Aryentina” dio paso a ”People are strange”, desatando la euforia de los presentes, que buscaban en el campo desde porros y ácidos hasta matambre con rusa.

Cuando la música termina

El eclipse llegaba a su punto culmine y el concierto se tornaba sideral de la mano de ”When the music is over”, “Peace Frog” (sublime interpretación) y ”Touch me”. ROBBY anunciaba que tenían una canción “de Los Angeles, California” y el Amalfitani entero comenzaba a saltar y poguear con los primeros acordes de ”L.A. Woman”, tema que nos depositaría directamente en los bises.

Sonidos de vientos, rayos y centellas presagiaban la llegada de ”Riders on the storm”. Momento cumbre en el que los presentes parecieron elevarse del suelo para navegar en un mar de delirios psicodélicos.

Suena ese piano que hasta un marciano podría reconocer y sin prisa y sin pausa, los pocos que quedaban en las populares arremeten nuevamente contra los alambres y buscan el centro del pogo. Explota “Light my Fire” y la banda, ataviados todos con vinchas rojas, se roba los restos de emoción que todavía quedaban en nosotros.

El gran final llegó de la mano de ”Soul Kitchen”, con las luces del estadio encendidas por expreso pedido de MANZAREK, que quería ver a la gente.

Dos horas de concierto, un sonido que estuvo acorde a la propuesta y la banda que, a la hora de armar el set, no mostró fisuras. Y una duda: ¿qué habrá sido de ese pobre infeliz que pagó 200 pesos por un helado? ¿No le salía más barato comprarlo en Freddo?

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