RESEÑAS
Distintos pero casi igual

Atrás quedó el olor a transpiración cuyana que revoloteó el aire del jueves. Hoy, en este viernes de independencia, el frío le ganó a la fiesta, y la moderación le ganó a la decadencia. Adentro, en el recinto de Colegiales, la movilidad no requiere esfuerzos. El escenario es fácilmente cercano, las rondas de cervezas u otras yerbas brillan por su ausencia. Acá hay mucha amistad, familia, parejas, retratos que bien podría ser tomados unos años atrás y seguir igual. Con una estricta puntualidad, lejos ya de improvisaciones púberes, diez de la noche, LOS AUTENTICOS DECADENTES arremeten con el potente primer corte/rock de su último trabajo “Sigue tu camino”.
Cumplir los 18
Dieciocho años después, esta docena de músicos siguen su camino, para todos aquellos que todavía los quieran seguir. Todavía les queda carnaval carioca por repartir, ropas decadentes por vestir, cánticos de cancha por inspirar, y baladas perfectas con las que robar las últimas “chapas” desesperadas de noches perdedoras.
Ellos, los “eternos adolescentes”, cumplen este año sus 18. ¿Pensarán en egresar como del colegio, cuando se cumple 18? Todavía no hay decisiones tomadas, más allá de rumores incipientes sobre un alejamiento de CUCHO de la banda. Por ahora, siguen disfrutando la vitalidad, confesando que “el paso del tiempo es irreversible… no se puede detener” en “Viviré por siempre”; para una canción más tarde liberar su verdadero anhelo, al grito de: “Quiero ser un pendejo, aunque me vuelva viejo”, en “Pendeviejo”.
Y si hay uno entre estos 12 apóstoles que bien se aprendió este evangelio de la joda interminable, es CUCHO PARISI. “Sonrisa siempre clavada”, CUCHO hace lo suyo. Se calza su personaje, -tan pantalones con tiradores, y disparates-, y recita una seguidilla de piropos ocurrentes, aprovechando su voz de garganta gastada, mezclada con una cuota hot en la picante “A los piropos”. “Sos la trampa de mis ratones”, canta, mientras se le dibuja bien grande la mueca simil “guasón”.
Turno de que los ratones huyan, para cederle el protagónico a la “trampa”. Medio Teatro se coloca el parche en el ojo, y se celebra la clandestinidad argentina al palo con “Los piratas”.
Karaoke de autenticidad
Y LOS DECADENTES son pachanga, delirios pero también transparencia, y calma. Cuando JORGE SERRANO se adueña la atención para endulzar con su “Luna radiante” o CUCHO dedica la confesional “Angel y Demonio” a “todos nuestros hijos”, parecen estar muy lejos de esa buscada desprolijidad de su época inicial.
Hoy la “big band” suena mejor que nunca, cuidando cada detalle, dejando atrás decadencia desafinada. Hoy demuestran mejor eso de “Cualquiera puede cantar”, pasándose el micrófono cual juego de karaoke, en el que además expresan desde distintos lugares, su parte de sinceridad.
Entonces, desde llantos nocturnos y pañales, CUCHO pasa la posta a DIEGO DEMARCO, quien se hace cargo de playas, desnudeces y tabúes en “La prima lejana”, una canción con pasta de hit veraniego. Con la criolla, sigue el repertorio con “Como la abeja y la flor”, balada rock, mientras obedece órdenes de sus fieles fans, y se enfunda ligero en una camiseta de Termperley que le supieron tirar.
Con “El Gran Señor” vuelve a la carga el hombre Multicanal; y habrá más JORGE de por rato con la nueva “Un osito de peluche de Taiwán”, y la vieja “Auténtica”. Ahora es mano EDUARDO ANIMAL TRIPODI, quien abandona su lugar desde la percusión, y el bombo, e interpreta la marginal agresiva “El jorobadito”, con tanta fuerza que CIRO de ATTAQUE envidiaría.
Es que cualquiera puede cantar, pero ellos además pueden hacerlo bien.
Todo lo que tocaron fue hit
Combinando fiesta y sentimiento, terminan con un rápido repaso por los hits de su larga trayectoria. Pasando por “Supersónico” y “Que vas a hacer conmigo” (también versionada por ATTAQUE más tarde), uno viejo para finales de fiestas alcoholizadas como “Skabio”, y obvio, los infaltables del final. “Corazón”, “Loco tu forma de ser”, “El murguero” Y “La guitarra”.
“A veces el final puede ser después”, se va diciendo CUCHO. Efectivamente fue así. El telón vuelve a abrise para llamar a la ya pasada en años “Raquel”, para implorarle: “Entregá el marrón”.
“Saben hoy estoy triste, y sí, no puedo estar siempre contento, aunque siempre me río”, confiesa CUCHO, íntimo y muy sincero. “Pero no por ustedes”, aclara enseguida. Instantáneamente, el público se levanta, corea su nombre. Entonces se detiene, escucha a esas voces y continúa: “Pero uno un día está mal, otro día está bien, y hay que tratar de pasarlo lo mejor posible, porque la vida es corta”. Y ahí nomás, empieza a cantar “No puedo”, mientras se lo oye descargar bien fuerte: “tanta alegría seguida me va hacer mal, vengo con un ritmo que no puedo pilotear”. Y todos esperan que eso siga siendo solo eso, la letra de una canción más. CUCHO, que estaba triste, ahora le dice a su público que lo alegró, lo “calentaron” del frío. “Siga el baile, siga el baile”, se deja de mariconeadas CUCHO, y todo termina al compás del tamboril.
El público pide más bises, pero la fiesta ya se terminó. Pocos minutos se tardó en desalojar el lugar. A la salida del recinto, nadie fue a repartir volantes de fechas.
Más decadentes que auténticos si se tiene en cuenta la convocatoria presente, y la realidad: ya no son lo que eran. Fueron un símbolo de fiesta en los noventa, marcaron cada año de esa década con alguno de sus hits. Pensar en los noventa es imaginar a “Los Piratas”, u oír sonar a “Loco tu forma de ser” en radios y bares. Toda una generación festejó con ellos.
Más auténticos que decadentes, más big band, en el crecimiento y prolijidad del sonido, y en la transparencia.
Más por ganar que por perder, más “sigue tu camino” que al costado del camino, más “siga el baile”, más distintos pero casi iguales. Dieciocho años después, más “Vivirán por siempre”.
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