RESEÑAS

El mar de los Sargazos llegó a Obras

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Hace tiempo que SKAY BEILINSON entendió que PATRICIO REY Y SUS REDONDITOS DE RICOTA se había transformado en una gran bestia pop inmanejable y decidió bajarse del cielo. Mientras el INDIO SOLARI se dedicó a preparar obsesivamente su disco solista (¿saldrá antes que Chinese Democracy de AXL ROSE / GUNS N´ ROSES?), SKAY optó por navegar junto a la NEGRA POLY a través del Mar de los Sargazos antes de ser el nuevo manjar de un rock proclive a devorarse a sus hijos más destacados.

A las diez en punto, tal como estaba anunciado, se apagaron las luces y se encendieron las primeras bengalas para iluminar la travesía que seguiría el barco del capitán SKAY, muy cómodo en su rol de figura principal. Mientras tanto, seguían ingresando algunos demorados por el tráfico provocado por el partido de la selección contra Bolivia (pese a todo, siguen existiendo hinchas del equipo de Marcelo Bielsa).

El primer tema que agitó el mar de pogo fue Gengis Khan, festejado casi como un clásico de su ¿ex? grupo. SKAY, una cruza entre KEITH RICHARDS (ambos son más personales que virtuosos, ambos son estrellas en penumbras) e Indiana Jones (ese sombrero de trotamundos…), sin hablar demasiado, establece una relación cómplice con su público sin caer en la demagogia, innecesaria luego de tantos años de feliz convivencia.

Cuando los ingleses THE CORAL sacaron su primer disco, donde hablaban de piratas y mares lejanos, la prensa inglesa se sorprendió por las ansias de aventura de unos chicos de no más de veinte años que temerariamente se lanzaron a explorar por los confines olvidados de la música en busca de tesoros psicodélicos y folk que estaban desaparecidos.

SKAY, un aventurero más experimentado, ya transitó por casi todas las rutas posibles, por lo que ahora se dedica más que nada a disfrutar de los paisajes que ya conoce, como el bamboleante Alcolito, Con los ojos cerrados -un reggae calmo con un toque francés en los teclados que suenan como un acordeón-, el superclásico redondo El infierno está encantador esta noche, y Jijiji (¿estará enterado de la versión a capella de ARBOL?), que marcó el cierre de la primera parte.

Tras un receso de diez minutos, volvió con el inédito -pero conocido- Nene nena, al que le siguieron Caña seca y un membrillo (¡qué bien que queda el solo de guitarra en lugar del saxo!) y Criminal Mambo, con una verdadera tormenta de guitarra eléctrica. En vivo, Lágrimas y cenizas es infinitamente más grandilocuente, parece un himno pirata, al igual que Astrolabio, que crea un clima denso y misterioso, como si el Mar de los Sargazos se llenara de una niebla espesa, que deja filtrar el sol en el estribillo luminoso.

El final de la odisea llegó con Nuestro amo juega al esclavo, que sin el Indio sigue poniendo la piel de gallina y que tal vez sea la clave para comprender la idolatría hacia LOS REDONDITOS DE RICOTA, y Oda a la sin nombre, que mezcla el ADN ricotero con el rock maduro de TOM PETTY AND THE HEARTBREAKERS.

Seguramente Patricio Rey, al igual que la gente que llenó Obras, se fue más que conforme.

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