
SHOWS
Acá vienen las lágrimas
Suede cerró el Pepsi Music con una fecha íntima en el teatro Vorterix, el pasado lunes.
¿Hasta qué punto puede ser importante la música para uno? Hasta las lágrimas. Termina el show y veo a mucha gente con sus caras cansadas de llanto mezcladas con transpiración. El show los ha dejado física y emocionalmente agotados. Vos también lo estarías si revivieras tu vida en una hora y media.
Cuando salió Suede se suponía que salvarían a la música inglesa para siempre. Entre la invasión americana de rock alternativo, Inglaterra había olvidado su respuesta. Todavía faltaba para que Oasis, Radiohead y Pulpexplotaran y Suede emergió con su rock de guitarras filosas, peleas internas y sus historias de drogas y sexo ambiguo con menores de edad. Con el tiempo la emoción por ellos se apagó, el interés por fuera de las islas Británicas no se trasladó y luego de unos álbumes poco inspirados, la banda dijo adiós. Pero como todo en estos tiempos globalizados, ellos también volvieron por la revancha. En tiempos de hip hop de un lado y mujeres que cantan baladas del otro, se necesitan bandas decididas a romperte la cabeza con solo seis cuerdas.
Como no podía ser de otra manera, con puntualidad inglesa, la banda sale con “Introducing the band” y “She”. Comienzo tibio para testear el lugar que inmediatamente explotaría al sonar la batería de “Trash”. “Filmstar” y la enorme “Animal Nitrate” hacen hervir el lugar aún más, y Brett Anderson se convierte en una figura totalmente salvaje. Lejos de la imagen impecable que puede tener, se manda a cantar entre la gente y deja la vida en el escenario. Bien podría interpretar las canciones de forma correcta y la gente estaría contenta igual, pero lejos de achicarse deja unas memorables interpretaciones de “Pantomime Horse” y “We are the pigs”, con esa voz tan particular que esta noche no acusa recibo de vejez.
Es verdad, el sonido no es el óptimo. Voces y guitarra están un poco bajas; justo lo más importante. Pero no tanto como para que represente un problema serio. Es verdad que no está Bernard Butler, el creador de ese sonido, pero en Richard Oakes tiene al mejor heredero posible y no hay que quitarle mérito. Lejos de querer imponer un estilo propio, él entrega una interpretación perfecta del repertorio. Que haya sido fan de la banda antes de entrar tiene mucho que ver.
La lista de temas no tiene fisuras. El grueso se basa en los tres primeros discos y la banda entrega las canciones al estilo ramonero; una enganchada a la otra, sin respiro. Esos temas que todo chico sensible sabrá de qué se tratan. La experimentación y la ambigüedad sexual de “Metal Mickey” y“The Drowners”; las épocas de noche y exceso de “Heroine” y “New Generation”; el frenesí juvenil de “Can’t get enough”. Pero no estamos hablando de baladas que añoran tiempos pasados. Hablamos de bombas sónicas e historias que todavía el público vive, mientras baila y salta desquiciadamente en la pista.
Pero a veces también hay que bajar un poco y Andersonse sienta al borde del escenario para “The Wild Ones” y más lágrimas brotan. Porque los desencuentros aún están, porque los desamores son moneda corriente en este público, por eso esas canciones suenan frescas. Una banda trabajadora de la canción, donde los lados b son tan importantes como los singles. Por eso si aparece “Killing of a flashboy” todos la reconocen. O “My Dark star”, la historia de una chica que viene de India o Argentina, con sus ojos de cementerio; el único espacio demagógico que podría aparecer, aunque no tanto: así es la canción. Y por más que en “The beautiful ones” el público festeja como si Argentina hubiese ganado la copa del mundo, nadie canta“Ole ole” ni “Argentina Argentina” y aun así, un sorprendido Anderson nos dice eso que nos dicen siempre. Aunque hoy lo creo.
Sumergido Brett en la multitud,“Saturday Night” funciona como mantra de cierre. Se la canta a la chica de la primera fila, la de la canción, la que estuvo trabajando, estuvo fumando y fue a bailar. Un baile que llevó años de espera. Lo que sea que te haga feliz. Sangre, sudor y lágrimas.
*Fotos por Guillermo Coluccio.
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